domingo, 16 de enero de 2011

La disculpa del inútil



Veo cómo el suelo se torna naranjo
y mece en su cuna de tierra las pisadas de asesinos extraños

Estamos congelados en la meseta incierta de efímeras creencias
y nuestros ojos ya no distinguen la luz
ni la inteligencia, la necedad

A veces tampoco hay nada que decir
pero la turba interna
las rebeliones del inconsciente
son inquietas
y claman a gritos por una nueva lengua
la mía ya está obsoleta
la necesidad
la imperiosa fatiga de toneladas de palabras sobre la espalda
hace temblar y surge un deseo sofocante de resurrección

Perdón al verso, perdón
pero la última arma de sobrevivencia que entrega el cielo a mi cuerpo
es sólo la sublime nota de un poesía destrozada
aniquilada por una mente vulgar y corriente

y tantos perdones que surgen hechos gritos
se pierden como las ondas del silencio
que suben y bajan por los huesos de los cementerios

Un perdón flota aún invisible a la luz de la vela
privado de abrazo
privado de consolación y amparo

Cuelgo desde una nube sobre la estepa desierta
nada queda sobre mi cabeza
soy la última llaga de la tierra que sangra
soy la locura de un ángel en su resaca
soy el diagnóstico secreto de dios

no aprendí a hablar por miedo a las respuestas
y es que todo tiene que volver
¿Por qué? ¿Por qué?
Porque no sólo lanzar al mar la peste de las almas
y quedar libres de culpa
libres de martirio insensato cavilando eterno en los momentos sonámbulos

Cojo una caja de 94 llaves
y encierro en ella la esperanza del artista anónimo e insuficiente
encierro la pena
la tragedia de una quebrazón de muñecas
la mentira diaria que dibujan las sombras
y a mí
y a mis fantasías negras
todos esclavos del óxido de la materia
de los sentidos perdidos en medio de la niebla

que encierren ahora clamores y poemas
andanzas
pesares
deudas
sirenas
el discurso mudo de la mano quieta

* Imagen de Jacques Resch