martes, 28 de febrero de 2012

La tormenta


Era la tormenta
que excitaba al mar a engullir montañas
a besar con furia la tierra lejana, sedienta de sus aguas
Era la tormenta, el mar, la montaña
y la hija perdida del caos y el viento
Allí, en mitad de la lucha de ésos amantes sin cuerpos
sonreía, como quien observa la primera mañana de primavera
como si el torrente de elementos satisfaciera su ego
¡Al fin estaba bebéndose el universo!
Sobre la roca más alta miraba las olas en su esfuerzo por salpicar el cielo
Y a lo lejos, una muchedumbre ordinaria alzarse en estampida hacia sus cálidas casas

¡Qué bestia poseía sus alma! ¡que ciega la razón de aquellas manadas!

Mientras ésta mujer que se convertía en granizo,
levantaba los brazos, victoriosa de vendavales

La tormenta arreciaba con furia, dañando sus mejillas
Ella, que no le importaba la materia humana
sólo soñaba que también era viento y que volaba sobre el océano
que se ahogaba, que resucitaba
que ésa fiereza de la tierra sobre la arena
guardaba el secreto de la libertad.

Calmóse el cielo, el mar, el viento
unas huellas sobre el suelo barroso de la montaña mostraban
un avance sin regreso desde el abismo

Un murmullo de felicidad iba colándose entre los árboles
murmullo delicado de una mujer sacudida en una tormenta
o de una tormeta que se volvió mujer.